EL PUEBLO VASCO A FINALES DEL SIGLO XIX

Antes de comenzar a leer los escritos de Sabino de Arana, hoy que nos encontramos en la última década del siglo y el milenio presentes, es imprescindible realizar una reflexión sobre la situación que se daba en nuestro país hace cien años.

Porque lo que en muchas ocasiones se ha olvidado es que Sabino de Arana fue, como el resto de los hombres, fruto de una situación y una coyuntura histórica determinada. Cuyo desconocimiento imposibilitaría la comprensión de su figura.

El pueblo vasco, durante el siglo XIX, vio alterado de forma dramática el sistema en el que había basado su organización política durante varios siglos, el ordenamiento foral.

Ya que esta alteración le vino impuesta por la fuerza desde el exterior, lo que resulta un hecho innegable. Sólo una escasa minoría era favorable entre los vascos a la abolición del ordenamiento foral. Lo que se evidenció durante las sucesivas Guerras Carlistas, al apostar decididamente la inmensa mayoría de los habitantes de Euskal Herria por el bando que garantizaba la conservación de los Fueros.

Esta conservación chocó frontalmente con el nacionalismo jacobino y liberal español, que entendía que todos los habitantes de la monarquía pertenecían a la nación española, incluidos los vascos y los americanos. Y que no admitía limitación alguna a la soberanía de esta nación española, equiparada a los territorios que en cada momento conservó la monarquía, expresada en la elección de unas cortes soberanas.

Según la ideología nacionalista española, por lo tanto, el ordenamiento foral que se mantenía en Alava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, no respondía a la personalidad de la nación vasca, ni era garantía de los derechos que como tal nación le pudieran corresponder.

En pura lógica del nacionalismo liberal español, que consideraba a los vascos de Hegoalde como unos componentes más de la nación española, el mantenimiento del ordenamiento foral en los territorios vascos no era mas que perpetuar el Antiguo Régimen contra el que se combatía, con el agravante de consentir que unos españoles tuvieran unas leyes diferentes que otros. Lo que tanto para el liberalismo como para el nacionalismo español era, lógicamente, totalmente inaceptable. ¿Cómo aceptar, por ejemplo, que unos españoles tuvieran que realizar el servicio militar y otros no?

El mantenimiento de los Fueros atacaba el fundamento mismo del nuevo Estado nacional y liberal que se quería imponer. Y, por lo tanto, todas las tesis y doctrinas políticas fueristas vascas estaban abocadas al fracaso.

A lo largo del siglo XIX, las sucesivas Guerras Carlistas no supusieron sino derrotas para el pueblo vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los Fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la Ley de 25 de octubre de 1839 de Reforma de los Fueros Vascos, culminó con la Ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral, con la excepción del importante vestigio que constituyeron los Conciertos Económicos. (1)

Este cambio, por la fuerza, de la constitución política de los territorios vascos y su relación con el resto de la monarquía hispánica, quedando la nación vasca totalmente desprovista del reconocimiento de su condición como tal nación diferenciada y de los derechos nacionales que ello suponía, significó un terrible trauma para el pueblo vasco.

Con consecuencias muy concretas y patentes que no tardaron en hacerse notar, y sentir, no sólo en el ámbito político.

En enero de 1877, el General en Jefe del Ejército del Norte que ocupaba los territorios vascos dirigió el siguiente comunicado a los Gobernadores civiles para su publicación:

"Excmo. Sr.: Obligados por la ley los Ayuntamientos de las Provincias Vascongadas así como todos los de la Monarquía, de ejecutar el empadronamiento de los mozos que en cada localidad han de ofrecer contingentes militares, para evitar contrariedades susceptibles de corrección y como quiera que la falta de práctica en los alcaldes de un servicio que por primera vez ejecutan puede entrañar un vicio de medidas si las disposiciones de la Ley de reemplazos no se ejecutan con regularidad y precisión, me permito llamar la atención de V.E. para que, teniendo presente lo dispuesto en Real orden del 11 del corriente publicada en la Gaceta del 12, se prevenga a las autoridades locales de las tres Provincias Vascongadas para que se empapen bien en la letra del capítulo 6º de dicha Ley que trata de la rectificación del alistamiento. Este deberá empezar, indefectiblemente, el primer domingo de febrero, previo anuncio al público a través de los boletines oficiales. A los interesados se les avisará personalmente por medio de papeletas duplicadas, de las cuales se entregará una al mozo y si no fuere habido a su padre, madre o pariente más cercano." (2)

Ese primer domingo de febrero al que alude la comunicación del General español, cuando Sabino de Arana acababa de cumplir doce años, acudió a los ayuntamientos a alistarse la primera generación de vascos que realizó fuera de su propio país el servicio militar obligatorio, lo que supuso una terrible conmoción para la sociedad vasca.

Tampoco tuvo menores consecuencias el hecho de que la enseñanza pública, a diferencia de anteriormente, cuando era desarrollada por los ayuntamientos, pasara a ser atribución del Estado. Comenzaron a llegar al País Vasco maestros nacionales, con un sistema de enseñanza único para todos los niños de la monarquía. Unico, no sólo en cuanto a contenidos y métodos, sino también en cuanto al idioma. Ya que la enseñanza se impartía exclusivamente en español. Independientemente de que los alumnos conocieran o no ese idioma. Lo que no era muy frecuente en la zona vascófona, en la que se podía incluir toda Gipuzkoa y Bizkaia (excepto Bilbao y las Encartaciones) y el norte de Alava y Navarra.

Aparte de la cuestión política, desde el plano económico destacó a finales del XIX, en Bizkaia y en torno a la ría del Nervión y la cuenca de Triano fundamentalmente, el desarrollo de un proceso de industrialización basado en la minería y la siderurgia. La numerosa mano de obra que este proceso reclamó, provino en su mayoría de Burgos, Logroño, Soria, León y Galicia.

Se encontró Bizkaia con la primera inmigración importante que había tenido lugar en su territorio en varios siglos. Ya que el ordenamiento foral había supuesto, al menos desde la Edad Media, una fuerte restricción en la admisión de extranjeros, a los que se les había exigido pruebas de nobleza, que le estaba reconocida por el Fuero a todos los habitantes del Señorío.

Así, la sociedad de Bizkaia, desconocedora hasta entonces de lo que era una inmigración, se enfrentó a la más intensa que pudiera ningún bizkaíno haber imaginado. En tan solo diez años, entre 1887 y 1897, Bilbao duplicó su población, pasando de tener 37.866 habitantes a 74.076. Barakaldo la triplicó, pasando de 4.705 a 12.796, y Sestao llegó a multiplicarla por nueve, pasando de 1.074 a 9.084 habitantes.

Por si el desequilibrio social que este hecho suponía por si solo no bastara, además, excepto en las primeras fases del proceso, cuando hubo inmigración procedente de otros territorios vascos, la inmensa mayoría de los inmigrantes pertenecían a una cultura distinta de la vasca. Y además, al comienzo de esta primera inmigración masiva, la población inmigrante, a diferencia de lo que ocurriría en épocas posteriores, no experimentó ningún proceso de integración en la cultura y mentalidad vascas.

Esto, junto a la referida actuación de la administración estatal, supuso que el Pueblo Vasco sufriera un espectacular proceso de aculturación. Semejante, o más grave, si se tiene en cuenta el creciente y aplastante peso demográfico de la población inmigrante respecto a la autóctona, a cualquier proceso de aculturación que por esas fechas pudiera sufrir una nación del tercer mundo colonizada por una potencia europea. Proceso en el que la cultura vasca corrió un riesgo cierto de desaparición.

Derrota militar, derrota política, industrialización, proceso de aculturación y desmoralización son, en suma, los principales factores del contexto histórico vasco de finales del siglo XIX que hay que tener en cuenta a la hora de abordar e interpretar el pensamiento de Sabino de Arana y Goiri.

Un hombre que se rebeló contra esa trágica situación, aún pensando que era ya demasiado tarde para la supervivencia de su nación:

"Cuando me pongo á pensar, así sobre esto como sobre la raza, comprendo claramente que esto se va: se va antes de que termine el siglo que acaba de empezar." (3)

< página anterior

volver al indice

página siguiente>


(1) Algunos autores actuales, basándose en esta conservación de la capacidad fiscal de las instituciones provinciales vascas, que ciertamente se potenció con el establecimiento de los Conciertos Económicos, junto a otras atribuciones, han entendido que estas instituciones no sólo no vieron desvirtuado su poder, sino que incluso lo vieron potenciado.
Esta interpretación no parece valorar suficientemente la pérdida por las Diputaciones y los ayuntamientos vascos de funciones tan importantes como eran las relativas a la enseñanza, la defensa, las fronteras, el pase foral e, incluso, en el caso navarro, la acuñación de moneda. (Nota del editor)
ÙVolver

(2) Corella, L.G.: Historia de Vizcaya a través de la prensa, II, p. 19. (N. del e.) ÙVolver

(3) Carta a Engracio de Aranzadi (5-I-1901), en Arana, S.: Obras Completas, 2ª edición, p. 2.396-45. (N. del e.) ÙVolver

< página anterior

volver al indice

página siguiente>